3/08/2005

Ernesto el embobado

Elena Estévez -española extremadamente efusiva- era elegante, exquisita. Emanaba efluvios enervantes, evidenciaba espíritu extraordinario. En escueto elogio: encantaba. En encontrándola, empezaba el embrujo. Esto exactamente experimentó Ernesto Echegoyén, emigrante europeo, ex embajador estoniano.
Enamoróse.
Encontrábase entonces Ernesto en el Ecuador, en "El Exeter". Ella emergió en el espejo, esplendente, escotada, envuelta en encajes. Efectivamente estaba en la escalera.
Enardecido, exaltado, Ernesto empezó espetándole exabruptamente escandaloso exordio:
-¡Espléndido ejemplar!
Enseguida emitió explicaciones.
-Excúseme. Experimenté encantamiento. Estoy enfebrecido. Eres escencia, elíxir, estandarte. Estoy embrujado, enajenado, encadenado.
Ella, endiablademente elástica, escapó, envolviéndolo en enigmático estupor. Ernesto estaba eufórico, ebrio en eclipse, en el Edén.
Elena empezó esquivándolo. Empero, enseguida entendiéronse. Escarceos. Esporádicos encuentros. Enternecidas epístolas. Enojos, explicaciones. Epílogo: enlace.

2 commenti:

homedegris ha detto...

eeeeehh... é extremadamente embriagador e... uff que díficil "é".

Tarabela ha detto...

Esperaba encontrar expresións espontáneas. Estás enteiramente en este entente. Es exquisitamente encantador (escúsenme este epílogo encandiladas en este elemento:o)
Escapo, espéranme en establecemento.
Envío estima.

Excurso: Elucúbrome ebria enseguida. Evitarei espirme.